Sunday, December 03, 2006

El optimismo de la polémica

“Cada vez que te dan a entrever una verdad es porque ésta es necesaria para dar más fuerza a la mentira”, respondió Leonardo Sciascia en 1979 a un entrevistador de L´Ora a propósito de las relaciones entre la verdad y la mentira, entre la verdad y el poder. Y ciertamente, entre esos dos polos –la verdad y el poder— se cierra el circuito de la obra sciasciana.
Hablando de El caballero y la muerte, Alberto Moravia descreyó de ese lado oscuro, “pesimista” de Sciascia, porque “lo que prevalece en él es el optimismo de la escritura”. Escribir es creer un poco, tener un mínimo de fe. Como ciudadano, Sciascia fue totalmente optimista al participar durante dieciocho meses como consejero comunal en Palermo y durante cuatro años como diputado en el Parlamento Nacional. ¿Y qué mayor prueba de optimismo que la de seguir escribiendo sobre lo que Maquiavelo llamaba “la verdad efectiva de las cosas”: la verdad de los hechos? El verdadero pesimismo hubiera sido la renuncia a la escritura, no escribir y dejar pasivamente que prosperara la mentira.
Y es que Leonardo Sciascia pertenecía a una especie de escritores –en la tradición de Voltaire— prácticamente en extinción. Pensaba que los escritores no tenían por qué andar excitados en el circo del poder y que era saludable no frecuentar la mesa del Príncipe. (“Está también la forma de proceder del intelectual, que es siempre un poco cortesano, un poco conformista, que casi siempre está con el poder.”) Le parecía obvio que al gobernante no le interesara la cultura, salvo en su valor de uso y en su valor de cambio: el Poder utiliza a los intelectuales para proveerse de frases e ideas nuevas y así renovar su coartada política. Por eso, para Sciascia, los intelectuales contantes y sonantes, los que se prestan al Poder, son “el estiércol de la planta política”, es decir, el abono, el fertilizante de su nuevo discurso.
En sus últimos años puso en entredicho la larga lucha del Estado italiano contra la mafia. “La lucha antimafia para lo único que ha servido es parar que algunos jueces y ciertos procuradores hagan carrera política”, escribió en su polémico artículos del 10 de enero de 1987 en el Corriere della Sera titulado “Los profesionales de la antimafia”. “Incluso en un sistema democrático puede darse el tipo de funcionario que saca provecho de la lucha contra la delincuencia organizada”, decía entonces. “Nunca van a acabar con la mafia.” El caso mexicano sería el de aquellos que se benefician de la lucha contra el narcotráfico.
Leonardo Sciascia murió el 20 de noviembre de 1989 en Palermo y fue sepultado en su pueblo natal, Racalmuto. Unos cuantos días antes de su muerte, la editorial milanesa Adelphi distribuyó en las librerías Una storia semplice, la última novela corta (no excede las 50 cuartillas) que Sciascia escribió en un lapso de quince días cuando aún estaba en un hospital de Milán y dio a la imprenta sin corregir ni rescribir. Se trata de un relato de corte policiaco siciliano, con un trasfondo de mafia y tráfico de drogas, en el que una vez más –como en sus otras novelas, como en la realidad— el misterio triunfa sobre la verdad y la justicia.
Dos obras póstumas concluyen la bibliografía de Sciascia: Fatti diversi di storia letteraria e civile, conjunto de ensayos en los que vuelve sobre sus temas más amados: España, la indiferencia recíproca entre españoles y sicilianos, Stendhal, Pirandello, Tomasi di Lampedusa, la fotografía; y A futura memoria (se la memoria ha un futuro), algo así como una “declaración a futuro”, que recoge la última palabra de Sciascia sobre el fenómeno de la mafia, sus artículos publicados en diversos periódicos italianos entre 1979 y 1988: la década de los ochenta, diez años de la mafia contemporánea y el problema de su trasnacionalización al incorporarse al mercado de las drogas. Siempre polémico, como subraya Claude Ambroise (el especialista más importante en la obra del siciliano), Sciascia detestaba que lo llamaran “mafiólogo”. Simplemente se consideraba alguien que había nacido en la Sicilia occidental y que había intentado entender la realidad que lo circundaba, los hechos, las personas. Hablar, no negarse a juzgar los acontecimientos y a los personajes de la vida pública, era para Sciascia un deber cívico, aunque desde el poder se le intentaba descalificar por “moralista” o “puro” o “amargado”. No le interesaba ser prudente ni discreto:
De treinta años a esta parte, he tenido que hacer cuentas con quienes no creían o no querían creer en la existencia de la mafia y ahora con quienes no ven otra cosa que mafia. De vez en cuando se me ha acusado de difamar a Sicilia o de defenderla demasiado; los físicos me han acusado de vilipendiar a la ciencia, los comunistas de haberme burlado de Stalin, los clericales de ser un ateo, etc. No soy infalible, pero creo haber dicho alguna verdad irrebatible. Tengo 67 años; tengo muchas cosas que reprocharme y que deploro, pero ninguna que tenga que ver con la mala fe, la vanidad y los intereses particulares. No tengo, lo reconozco, el sentido de la oportunidad ni el de la prudencia. Pero se es como se es.
La edición más completa de las obras de Sciascia, su opera omnia, ha sido preparada por Claude Ambroise para la editorial Bompiani de Milán. En tres tomos de colección, Classici Bompiani ofrece a los lectores, y en orden cronológico, todos los libros de Sciascia, desde Le parrochie di Regalpetra hasta A futura memoria. Claude Ambroise incluye una entrevista y una cronología en el primer tomo y un notable ensayo titulado “Polemos” en el segundo. En esa brillante reflexión Ambroise destaca el valor de la polémica en el estilo, la obra y la personalidad literaria de Leonardo Sciascia: “Polemizaba para que no se perdiera el derecho a polemizar”, escribe Ambroise. “Se siente libre en la medida en que vive en una sociedad en la que existe una posibilidad real de tener polémicas. El placer de la polémica se confunde con la libertad.”
El ensayo de Ambroise, “Polemos” (que quiere decir guerra, batalla), empieza y termina con una meditación crítica sobre la penúltima novela de Sciascia, Il cavaliere e la morte:

“Polemos es el padre, realmente, el rey de todas las cosas, como quería Heráclito: delito, guerra, cáncer... pulsión de muerte es una traducción posible de la palabra griega.”